De Víctor Silveira y Alejandro Michelena
Hoy, esta página hace una excepción respecto a otros lunes. Pero una excepción a medias. Lo habitual es que se dedique a autores salteños, pero exclusivamente a la muestra de su creación literaria (poemas o narraciones), sin comentarios ni crítica literaria sobre ellos. De hecho, eso está hoy contemplado con un poema de Víctor H. Silveira dedicado a la artista plástica Elsa Trolio. Pero además, se da cabida también a unas líneas críticas, aunque también involucran a un salteño y uno de sus más recientes libros: sobre “Una vara de almendro, de Leonardo Garet, el escritor montevideano Alejandro Michelena ha remitido a EL PUEBLO una nota de opinión.
NARANJA EN LLAMAS
(A Elsa Trolio)
“La Pintura es Poesía muda. La Poesía es Pintura ciega.”
Leonardo Da Vinci
Lucen tus cuadros como aquel día…
Forman una Constelación: la del Cisne,
o el Cinturón de Orión. . .
Lucen más que las estrellas
aquella noche.
Y más que los poetas
aquel día.
Víctor H. Silveira

(Salto, 9 de setiembre de 2017)
VARIEDAD Y BUENA LITERATURA
Hay libros del escritor salteño Leonardo Garet que son difíciles de clasificar en un género definido. Recordemos que el autor es un poeta de larga y reconocida trayectoria, un narrador interesante, y un crítico y ensayista literario riguroso y original, pero algunas de sus obras se resisten a ser catalogadas. Es el caso de “Una vara de almendro” (Ediciones de la Casa del Río, Salto, 2020), donde se reúnen textos cortos que en muchos casos son pequeños relatos, pero además auténtica prosa poética, y a veces semejan parábolas en el sentido rodoniano, y en otros surge a flor de piel la reflexión filosófica.
Es un libro que permite una lectura placentera y fluida, que no deja de interesar del principio al fin, que amalgama historias y temas variados, que muestra el obstinado rigor de su autor pero que no apabulla con las alusiones eruditas –que las tiene- y más bien las matiza con un estilo amable que el lector agradece. La maestría como escritor de Garet está condensada en poco más de un centenar de páginas; en ellas la síntesis y el despliegue poético mantienen un delicado equilibrio. Bien podría el autor parafrasear aquel título sugestivo de Pablo Neruda: “Confieso que he vivido”. En estas páginas hay mucha resonancia –mitos y leyendas por ejemplo- que nos trasladan más allá de la experiencia realista, trascendiendo incluso la mera fantasía e insinuando sutiles y profundos momentos genuinamente metafísicos. Pero también está presente, y bien palpable, la comarca, el pago chico, el lugar de la vida y la experiencia del escritor, esa ciudad de Salto que se recuesta en el lento “río de los pájaros pintados”, algunos de sus personajes y sus climas.
El bagaje de años de experiencia y oficio acumulados a través de tantos libros, de varios géneros, de mucho experimentar con la palabra y sus potencialidades, ese riquísimo corpus creativo es el que permite -de manera en apariencia natural- que se amalgamen perfección estructural, aliento poético, ritmo y tiempo narrativo, hondura filosófica, en unos 77 textos cortos. Los mismos encierran, en un solo volumen, la variedad de caminos e inquietudes del autor decantados en una peculiar quintaesencia.
La eficacia narrativa de Garet está presente, tanto en la variedad de historias como en la creación de personajes. Sin énfasis, casi de manera objetiva, cobran vida los protagonistas de muchas de estas historias donde lo real y el misterio se amalgaman. Un ejemplo destacado de esto es la titulada “El vendedor de hongos”. Muchos de los personajes surgen de recuerdos de infancia y juventud; otros responden a la pura fantasía, como el protagonista de la titulada “De profesión librero”, donde un vendedor de libros puerta a puerta se las ingenia para sobrevivir en una sociedad donde todos dejan de comprar libros y se dedican a escribir.
Como decíamos al comienzo: “Una vara de almendro” es un libro difícil de catalogar. Hay en él memorias personales, crónica de tiempos pasados en la vida de Salto, pero también encontramos mucha fabulación y genuina fantasía. Por encima de todo, lo que potencia el conjunto es la poesía. El trabajo de orfebre de la palabra del autor es su mayor virtud.
Alejandro Michelena