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jueves, agosto 28, 2025

Cuando la vida vale unos pocos pesos

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Diario EL PUEBLO digital
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Pocas horas después de la muerte de un “delivery” en el Sur del país, que chocó de frente contra otro vehículo, nos decidimos a republicar lo que hemos señalado hace hoy casi un año atrás, sin que nadie se haya dado por aludido.
Luego de ver y ser testigo de la locura que muestran algunos “deliveris” en las calles de la ciudad nos preguntamos “por qué tanto apresuramiento” y alguien que tiene que ver con la actividad relatada nos explicó “es que vamos (les pagan) una comisión por la cantidad de pedidos que entregue y en algunos casos por el tiempo que demore en entregarlos.
A simple vista parece algo lógico y totalmente razonable. Pero una vez que se observa la conducta y el “precio” que se paga por estas exigencias en la salud humana, nos resulta totalmente inadmisible.
Hoy varias compañías que se dedican a esta actividad que no es otra que la del tradicional “mandadero” de otras épocas (hoy casi abolido por completo), pero en este caso con una alta competencia incentivada por una pandemia y la recomendación para todos aquellos hisopados o integrantes de grupos de riesgo a no salir y quedarse en casa.
Todo bien, pero lo inadmisible es que exija indirectamente que la entrega se haga en el menor tiempo posible, como tampoco es admisible que el vehículo en el que se cumple esta labor sea puesto por el trabajador.
Cuando alguien circula confiado en la preferencia o en la luz verde de un semáforo puede hallarse de repente sorprendido con un “delivery” que circula contraflecha o sencillamente no respeta las normas.
Esto sin notar la alta velocidad en que suelen circular y el pasaje tanto por izquierda como por derecha o por donde vean un “huequito” que entiendan les permite pasar.
En definitiva no sólo ponen su vida en riesgo, sino también la de los demás, que nada tienen que ver con sus imprudencias y que conste que no nos estamos oponiendo a que se ejerza esta actividad, sino a quienes fomentan las imprudencias y se desentienden de sus consecuencias.
Nos hacen acordar aquello de los que tiran las piedras y esconden las manos.
Ellos y el consumidor que pretende que el pedido les llegue lo antes posible, son los verdaderos culpables de la situación. Obviamente que ninguno de los dos aceptará hacerse responsable de tanta premura, pero alguien tiene que controlarla. Muchas vidas jóvenes se han perdido o malogrado para el resto de sus días por unas pocas monedas más.
Basta entonces de tanta impaciencia, es preferible esperar unos minutos más que ser cómplices de una situación intolerable, que frecuentemente les cuesta lesiones irreversibles a los “delivery” o a terceras personas, que nada tienen que ver con estas imprudencias.

A.R.D.

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