Si bien el calendario escolar comienza el próximo 5 de marzo, algunos centros educativos privados ya iniciaron el año lectivo. Como es habitual, los padres concurren a las librerías a comprar lo que los docentes solicitan en las llamadas “listitas”, que suelen ser mucho más que eso, transformándose en verdaderas listas de variados útiles que van desde los tradicionales cuadernos, hasta marcadores permanentes con nombres de difícil pronunciación, e ainda mais.
No negamos las utilidades de todo lo pedido por los educadores; nadie más que ellos saben lo que necesitan como herramientas para impartir las clases a nuestros hijos; sucede que, estos materiales, año a año aumentan sus precios considerablemente y, en caso de ser más de un niño quien empieza su educación anual, los gastos se duplican o triplican en un grado supremo.
La realidad es la realidad, y existen muchísimas familias a las que se les vuelve realmente limitativo el poder complacer dicho compromiso, conllevando un indeseable sentimiento de incomodidad e impotencia cuando no se puede cumplir.
En otros tiempos, la educación en nuestro país otorgaba cuadernos, lápices, gomas, túnicas, etc., a sus alumnos, evidenciándose esa “igualdad” Vareliana que buscaba que todos partieran desde el mismo punto sin diferencias, menos, en el acceso a esas herramientas. Sabemos que hoy Primaria da determinados útiles, pero, lamentablemente no es suficiente. Deberían existir facilidades fidedignas de poder afrontar esos enormes gastos domésticos que, además, son obligatorios al ser obligatoria la concurrencia.
La educación cuesta, y mucho. El costo como inversión debe de estar y asumirse, si es la preparación de las nuevas generaciones un objetivo a lograr.