Se ha podido apreciar, en varios puntos de la ciudad, carteles en los que se exhorta a los vecinos a colocar en sus veredas, tarros de agua para los perros que transitan por nuestras calles, a raíz de las altas temperaturas.
La solicitud, es en sí misma, un acto de sensibilidad hacia “el mejor amigo del hombre” que no tiene dueño, y al que le cuesta encontrar una fuente para poder saciar la sed; principalmente, en horas de la tarde, donde, arrecia el sol, en su punto más alto.
Nuestra sociedad, es sumamente solidaria al respecto, habiendo en el medio, organizaciones que se abocan a dispensar resguardo, tratamiento, cuidado y alimentación a dichos animales, lo cual es una inmensa responsabilidad que conlleva tiempo, dinero y dedicación ad honorem.
Nada costaría, entonces, al resto de la ciudadanía, acceder al pedido que, tan oportuno como necesario, se está realizando y al que mencionamos.
Recordamos aquel dicho que dice: “un vaso de agua no se le niega a nadie”; pues bien, no neguemos -dentro de nuestras posibilidades- la accesibilidad de tal vital elemento a quienes muchas veces consideramos nuestra principal compañía.
Es apenas una colaboración demostrativa de civilidad y civilización. Estamos seguros que, de ser necesario y a la inversa, ellos, lo harían sin muchos miramientos.
