Pasó el tiempo de las tradicionales fiestas, y comienza a quitarse los adornos con los que se galardonaron varios sitios de la ciudad.
Nobleza obliga reconocer que, en éstas últimas festividades, Salto tuvo una excelente expresión decorativa que brilló para locatarios y visitantes, que se sorprendieron por el buen gusto de las mismas.
Ingresos, plazas, calles, estuvieron acordes a los acontecimientos, dándole a la ciudad un aire distinto, a lo opaca que muchas veces la encontramos.
Sería muy interesante que, las autoridades, pusiesen el mismo esmero que han puesto en dichas fechas, y mantuviesen los principales lugares de nuestra hermosísima urbe, limpios, arreglados, vistosos y dignos de un atractivo turístico, pero, además, y por qué no decirlo, principalmente, para los propios salteños, que anhelamos disfrutar de nuestra capital luminosa y sublime.
Salto supo ser en un pasado no muy lejano una capital en miniatura, con su Teatro Larrañaga, su Ateneo, sus parques, su Costanera, sus calles, museos y demás lugares culturales y de recreación, que eran la sana envidia de quienes pasaban por estas tierras.
El nivel cultural, también se aprecia por el respeto y protección que una comunidad le otorga a su patrimonio edilicio. No es imposible devolverle a Salto el esplendor. Es cuestión de voluntad.
