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viernes, 18 de julio de 2025
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No más filas

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Diario EL PUEBLO digital
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No hay nada más fastidioso que hacer una fila para esperar que te atiendan. Sobre todo cuando la persona que está delante gruñe más que uno, porque ayuda a que nos gane más la impaciencia. Imagínese cómo es hacer una fila con este calor, porque si bien en la mayoría de los comercios u oficinas estatales, que es donde generalmente ocurren este tipo de agravios a la humanidad -porque tener a alguien parado durante horas para atenderlo, más que una descortesía es un agravio- y peor aún cuando la cantidad de personas excede el espacio físico delimitado y nos quedamos todos apretados.
Entonces, quienes estamos allí nos sentimos arreados como ganado, todos apretados, sintiendo los olores del otro y sobre todas las cosas, las quejas, algo que me fastidia tanto como hacer la fila, porque para escuchar quejas ya tengo las mías que retumban en mi cabeza de tanto que las pienso.
Aunque después de varios minutos, cuando ya podemos ingresar al local y sentir una sensación más fresca del aire acondicionado que todos pagamos y por eso, a regañadientes, cuando estábamos afuera del local porque no entrábamos todos, refunfuñábamos diciendo que también merecíamos un poco de él. Cuando nos llegó el turno, suspirábamos y ya no pensábamos tan mal del lugar ni queríamos irnos tan rápido, porque afuera, seguro que el calor estaba peor.
¿No será que la falta de playas en verano nos estará haciendo mal y por eso nos quejamos tanto de todo? Quizás sí, entonces tenemos que tratar de usar nuestro ingenio para estar más tranquilos y poder disfrutar de los días que tenemos, haciendo lo que nos gusta y no perdiendo el tiempo, sino aprovechándolo.
Pero no haciendo cualquier cosa, como el presidente José Mujica que pidió permiso al Senado para ir a Venezuela a participar de un acto en apoyo a Hugo Chavez. Algo que no está bien, porque un presidente no debería involucrar su representatividad, que es la de todo un país, en una situación poco clara y transparente como la que se está viviendo en el país caribeño, dónde nadie sabe si el presidente y presidente electo a su vez, está vivo y tiene chances de vivir y tomar las riendas de su gobierno.
Aunque volviendo a ese castigo a las personas que es ponernos a hacer una fila para llegar a algo, como si quienes tuviéramos algo que pagar en esta vida, algo más que la luz, el agua, el teléfono, la patente, la contribución y otras yerbas, entonces nos mandan a hacer una fila como tortura.
La misma fila que me tocó hacer un día en el Centro Médico, cuando llegué todo lastimado por haberme caído de la moto que manejaba, y al arribar a la sala de emergencia rengueando y por mis propios medios, me dijeron primero que sacara un número para ser atendido. Pero al insistirles que minutos antes había tenido un accidente, me atendieron y como castigo por protestón, me dejaron en un box por más de media hora, mientras médicos, enfermeros, nurses y ainda mais, se cruzaban de un lado a otro. Y yo todo roto y sin atención. Era como estar haciendo otro tipo de fila pero sin gente adelante o atrás en forma física, y refunfuñaba tanto como antes.
Lo peor del caso, fue cuando después de largo rato me atendieron, me mandaron a hacer otra fila, y yo seguía saltando en un pie y rengueando, para sellar una orden de una radiografía, donde verían si estaba fracturado del pie que no podía apoyar y así y todo me mandaron a sellar la orden. Al llegar hasta la caja, un hombre canoso me miró por encima de sus anteojos y me dijo que no podía atenderme a mí primero por más accidente que haya tenido, que me fuera al final de la fila y que esperara mi turno. Eso sí, en un pie y haciendo equilibrio, le repliqué. Pero como a él poco le importó, me ironizó: Haga una queja.
¿Para qué? Pensé. Para que la lea el encargado de hacerlo y se ría con cada una de las quejas de los miles de usuarios que ahora tiene el Centro Médico, gracias al Sistema Nacional de Salud que le dio cobertura a un pueblo, pero que a su vez generó complicaciones y complejización en la asistencia en forma tremenda.
Y encima cuando uno le pregunta al propio ministro de Salud, Jorge Venegas, como tuve la oportunidad de hacerlo en una rueda de prensa, sobre qué está haciendo su cartera para solucionar este asunto, me dice con total desparpajo que «no le consta que haya problemas porque nadie se los dijo» y cuando uno lo mira con una ceja levantada y la otra frunciendo el ceño, apurándolo con un ‘vamos, ministro’, me dice como riéndose: «¿no me cree? Póngase en la fila», y ahí me liquidó, porque otra fila no voy a hacer.
Es que para resolver todos los problemas que uno tiene en este país, parece que hay que hacer una fila. Por eso estoy convencido de que es uno de los mayores castigos que tiene la humanidad.
Cuando uno está en el supermercado -que con todo lo que ya he escrito contra ellos no es necesario dedicarles mucho más en este espacio- y mira la hora porque tiene que irse, y ésta no pasa nunca, y parece que el cajero pasa de a uno y con una lentitud fenomenal los productos de cada cliente de los que están adelante y que son como una docena, y encima con carros llenos, entonces mira la caja y la ve chiquitita allá adelante, ahí sí, se convence de que las filas son un verdadero calvario.
¿Será parte de la lentitud que nos envuelve a los uruguayos? ¿Será por eso que vamos tan despacio? ¿Es la razón del no avanzar nunca y cuando lo hacemos vamos despacio y paso por paso en vez de saltar diez juntos como les pasa a los alemanes o a los franceses? Pero la culpa es de la escuela, porque ahí empieza todo. Cuando nos hacían hacer la fila y tomar distancia, nos medían por la altura y siempre dejaban regalado y en evidencia al más petiso de la clase. Y encima hacían ver a niños normales como los grandulones que metían miedo, cuando todo era cuestión de perspectiva.
Pero el hecho es que en la escuela nos enseñaron que hacer la fila es lo más importante que hay, y ese es uno de los errores más graves. Algo que debería reverse en los planes de estudio y enseñarse al revés para poder salir adelante en la vida.
Porque si usted piensa que para resolver sus problemas, para que lo atienda el médico cuando más lo necesita, o para cuando su mujer lo llama veinte veces en un minuto al teléfono celular reclamándole la carne para empezar la comida y usted es el último de la fila del cajero más lento de todas las cadenas de supermercados juntas, y ella no entiende eso, porque por lo general no lo entiende, pero eso es parte del matrimonio, pero si usted cree que como le enseñaron en la escuela, para todo eso tiene que hacer una fila, saltéelo y aprenda que así nunca va a poder avanzar en la vida y será uno más entre la multitud que seguirá reclamando por estas cosas de por vida. Así que la meta para este año es no más filas, entonces así nos iremos superando como civilización y las cosas ya no serán tan lentas.

No hay nada más fastidioso que hacer una fila para esperar que te atiendan. Sobre todo cuando la persona que está delante gruñe más que uno, porque ayuda a que nos gane más la impaciencia. Imagínese cómo es hacer una fila con este calor, porque si bien en la mayoría de los comercios u oficinas estatales, que es donde generalmente ocurren este tipo de agravios a la humanidad -porque tener a alguien parado durante horas para atenderlo, más que una descortesía es un agravio- y peor aún cuando la cantidad de personas excede el espacio físico delimitado y nos quedamos todos apretados.

Entonces, quienes estamos allí nos sentimos arreados como ganado, todos apretados, sintiendo los olores del otro y sobre todas las cosas, las quejas, algo que me fastidia tanto como hacer la fila, porque para escuchar quejas ya tengo las mías que retumban en mi cabeza de tanto que las pienso.

Aunque después de varios minutos, cuando ya podemos ingresar al local y sentir una sensación más fresca del aire acondicionadopagina20 que todos pagamos y por eso, a regañadientes, cuando estábamos afuera del local porque no entrábamos todos, refunfuñábamos diciendo que también merecíamos un poco de él. Cuando nos llegó el turno, suspirábamos y ya no pensábamos tan mal del lugar ni queríamos irnos tan rápido, porque afuera, seguro que el calor estaba peor.

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¿No será que la falta de playas en verano nos estará haciendo mal y por eso nos quejamos tanto de todo? Quizás sí, entonces tenemos que tratar de usar nuestro ingenio para estar más tranquilos y poder disfrutar de los días que tenemos, haciendo lo que nos gusta y no perdiendo el tiempo, sino aprovechándolo.

Pero no haciendo cualquier cosa, como el presidente José Mujica que pidió permiso al Senado para ir a Venezuela a participar de un acto en apoyo a Hugo Chavez. Algo que no está bien, porque un presidente no debería involucrar su representatividad, que es la de todo un país, en una situación poco clara y transparente como la que se está viviendo en el país caribeño, dónde nadie sabe si el presidente y presidente electo a su vez, está vivo y tiene chances de vivir y tomar las riendas de su gobierno.

Aunque volviendo a ese castigo a las personas que es ponernos a hacer una fila para llegar a algo, como si quienes tuviéramos algo que pagar en esta vida, algo más que la luz, el agua, el teléfono, la patente, la contribución y otras yerbas, entonces nos mandan a hacer una fila como tortura.

La misma fila que me tocó hacer un día en el Centro Médico, cuando llegué todo lastimado por haberme caído de la moto que manejaba, y al arribar a la sala de emergencia rengueando y por mis propios medios, me dijeron primero que sacara un número para ser atendido. Pero al insistirles que minutos antes había tenido un accidente, me atendieron y como castigo por protestón, me dejaron en un box por más de media hora, mientras médicos, enfermeros, nurses y ainda mais, se cruzaban de un lado a otro. Y yo todo roto y sin atención. Era como estar haciendo otro tipo de fila pero sin gente adelante o atrás en forma física, y refunfuñaba tanto como antes.

Lo peor del caso, fue cuando después de largo rato me atendieron, me mandaron a hacer otra fila, y yo seguía saltando en un pie y rengueando, para sellar una orden de una radiografía, donde verían si estaba fracturado del pie que no podía apoyar y así y todo me mandaron a sellar la orden. Al llegar hasta la caja, un hombre canoso me miró por encima de sus anteojos y me dijo que no podía atenderme a mí primero por más accidente que haya tenido, que me fuera al final de la fila y que esperara mi turno. Eso sí, en un pie y haciendo equilibrio, le repliqué. Pero como a él poco le importó, me ironizó: Haga una queja.

¿Para qué? Pensé. Para que la lea el encargado de hacerlo y se ría con cada una de las quejas de los miles de usuarios que ahora tiene el Centro Médico, gracias al Sistema Nacional de Salud que le dio cobertura a un pueblo, pero que a su vez generó complicaciones y complejización en la asistencia en forma tremenda.

Y encima cuando uno le pregunta al propio ministro de Salud, Jorge Venegas, como tuve la oportunidad de hacerlo en una rueda de prensa, sobre qué está haciendo su cartera para solucionar este asunto, me dice con total desparpajo que «no le consta que haya problemas porque nadie se los dijo» y cuando uno lo mira con una ceja levantada y la otra frunciendo el ceño, apurándolo con un ‘vamos, ministro’, me dice como riéndose: «¿no me cree? Póngase en la fila», y ahí me liquidó, porque otra fila no voy a hacer.

Es que para resolver todos los problemas que uno tiene en este país, parece que hay que hacer una fila. Por eso estoy convencido de que es uno de los mayores castigos que tiene la humanidad.

Cuando uno está en el supermercado -que con todo lo que ya he escrito contra ellos no es necesario dedicarles mucho más en este espacio- y mira la hora porque tiene que irse, y ésta no pasa nunca, y parece que el cajero pasa de a uno y con una lentitud fenomenal los productos de cada cliente de los que están adelante y que son como una docena, y encima con carros llenos, entonces mira la caja y la ve chiquitita allá adelante, ahí sí, se convence de que las filas son un verdadero calvario.

¿Será parte de la lentitud que nos envuelve a los uruguayos? ¿Será por eso que vamos tan despacio? ¿Es la razón del no avanzar nunca y cuando lo hacemos vamos despacio y paso por paso en vez de saltar diez juntos como les pasa a los alemanes o a los franceses? Pero la culpa es de la escuela, porque ahí empieza todo. Cuando nos hacían hacer la fila y tomar distancia, nos medían por la altura y siempre dejaban regalado y en evidencia al más petiso de la clase. Y encima hacían ver a niños normales como los grandulones que metían miedo, cuando todo era cuestión de perspectiva.

Pero el hecho es que en la escuela nos enseñaron que hacer la fila es lo más importante que hay, y ese es uno de los errores más graves. Algo que debería reverse en los planes de estudio y enseñarse al revés para poder salir adelante en la vida.

Porque si usted piensa que para resolver sus problemas, para que lo atienda el médico cuando más lo necesita, o para cuando su mujer lo llama veinte veces en un minuto al teléfono celular reclamándole la carne para empezar la comida y usted es el último de la fila del cajero más lento de todas las cadenas de supermercados juntas, y ella no entiende eso, porque por lo general no lo entiende, pero eso es parte del matrimonio, pero si usted cree que como le enseñaron en la escuela, para todo eso tiene que hacer una fila, saltéelo y aprenda que así nunca va a poder avanzar en la vida y será uno más entre la multitud que seguirá reclamando por estas cosas de por vida. Así que la meta para este año es no más filas, entonces así nos iremos superando como civilización y las cosas ya no serán tan lentas.

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